En el Meta, Jhon y Sandra decidieron educar a sus hijos de forma más natural, en casa y cerca a la tierra. Ellos desean ser los protagonistas del proceso pedagógico de Matías y Jerónimo.
Un sábado, al regresar de uno de sus frecuentes viajes de trabajo, John llega a su hogar al oriente de Bogotá y saluda a sus hijos, pero nota en ellos algo diferente. Matías y Jerónimo acaban de iniciar su etapa escolar y parece que este cambio no les ha caído del todo bien. John y Sandra, su esposa, empezaron a percibir que sus hijos sonreían cada vez menos y que sus momentos de juego eran cada vez más ocasionales.
Al reflexionar sobre el asunto coincidieron que el ingreso al colegio era el detonante de este cambio. Estaban observando en sus hijos los efectos de un sistema en el que se pierde el enfoque en cada individuo y se imparten conocimientos de forma uniforme para intereses heterogéneos. Matías, de 4 años, y Jerónimo, de 5, llegaban a sus casas con la obligación, mas no el interés, de hacer talleres para cumplir con el programa impartido por su profesora. El aprendizaje se había tornado en una imposición que estaba afectando el entusiasmo y la alegría propias de su infancia.
La insatisfacción de ver esta reacción en sus hijos se agregó a la lista de cuestionamientos que tenía John frente al estilo de vida que estaba llevando. Su trabajo lo estaba obligando a estar fuera de la ciudad la mayor parte de los días de la semana, y aunque económicamente estaban en una posición cómoda, el tiempo que tenía para compartir con sus hijos era cada vez menor.
Bajo la convicción de que “esa no es la vida, eso no es lo natural”, decidieron mudarse fuera de la ciudad en busca mayor tranquilidad, aire limpio y espacios verdes para explorar.
En esta búsqueda llegaron a Cumaral, un municipio de los llanos orientales en el departamento del Meta. Allí, ambos trabajan medio tiempo, Sandra como médico y John se dedica a diversos proyectos agropecuarios. Así, con mayor tiempo para su familia, decidieron adoptar un nuevo enfoque para la educación de sus hijos y empezar a educarlos en casa. Tenían confianza en sus habilidades para lograrlo, ellos mismos les habían enseñado a leer y tenían la disposición de asumir la responsabilidad de su formación.
La reacción del resto de su familia y de la comunidad de Cumaral no fue favorable. En su familia dudan que este enfoque sea el indicado para el futuro de Matías y Jerónimo, y sus vecinos se resisten a creer en una educación fuera de las aulas. John es consciente que debe formarse continuamente para afrontar los desafíos de la educación en casa, sobre todo pensando en la proyección educativa de sus hijos. Para esto ha buscado diferentes estrategias que lo fortalezcan. Entre ellas estuvo vincularse a la red de Homeschool del Meta, en la que empezaron dos familias y ahora son doce. Percibir el crecimiento de esta comunidad sirve para confrontar las dudas y apoyarse en aquellos que también creen en esta alternativa.
Los resultados que han visto en las actitudes de sus hijos respaldan los deseos que tienen como padres. “No quieren que sean excelentes profesionales sino que sean humanos que toman decisiones conscientes y propias, que nadie les imponga lo que deben pensar y hacer.” Para ellos la educación debe enfocarse en aprender bien sobre sí mismo y la sociedad, en la que prime la cooperación por encima de la competencia; aprender a vivir en lo concreto de la vida y disfrutar lo que es vital: “comer bien, desarrollar habilidades intelectuales y gestionar bien las redes sociales y la tecnología”.
Actualmente, Matías y Jerónimo llevan 5 años sin ir a un colegio. Mientras sus compañeros están en un aula sentados, siguiendo las instrucciones de un docente, ellos acompañan a John a cuidar animales y sembrar árboles. Mientras algunos estudiantes consideran aburrido leer, ellos quieren entender la naturaleza descubriendo libros de insectos y plantas. Mientras los niños escolarizados salen del colegio a disfrutar del juego, Matías y Jerónimo aprenden jugando.
Aunque muchos creen que los niños educados en casa no desarrollan habilidades sociales, John asegura que esto es un mito. Según él “socializar es una de las cosas que más fluyen en un niño de homeschool. Aunque en un colegio ellos socializan con sus pares, en el homeschool se ven obligados a interactuar con personas de distintas edades, géneros, orígenes y eso hace que sus habilidades sociales sean incluso superiores”. En definitiva, John quiere presentarle el entorno a sus hijos para que ellos entiendan que hacen parte de él y de esta forma se preocupen por cuidarlo.
Aunque para John la experiencia de educar en casa le generó al principio cierto temor, ahora tiene la claridad de ser un padre que acompaña a sus hijos y les enseña principios vitales. Actualmente continúan experimentando pedagógicamente y se sienten felices al ver a Matías y a Jerónimo en sus bicicletas camino a crear una huerta y sembrar su vida.
Escrito por: Sergio Martínez y Nicolás Sandoval
Me gustaría recibir sus ecoreportajes, gracias
Hola Sofía, te enviamos un correo pidiéndote más detalles para ver si podemos trabajar juntos. Un saludo.