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A nuestra llegada a Lima nos recibieron en el Colegio Villa Per Se. Allí los profesores se preocupan por las emociones de sus estudiantes y les enseñan a gestionar lo que sienten en su interior como clave para aprender mejor sobre el mundo al que pertenecen. Este modelo se llama Asiri, que significa ‘sonrisa’ en quechua.

Esta es la secuencia que marca el proceso de aprendizaje en la metodología Asiri, y no es algo arbitrario. De hecho, es el resultado de más de diez años de trabajo con niños que tenían problemas para conectarse con los temas que compartían los profesores en el salón de clase. Luego de escuchar repetidamente a los niños preguntar “…y esto, ¿por qué es importante?”, o “¿para qué me va a servir?”, Ivette Carrión decidió explorar diferentes alternativas para capturar el interés de los niños y lograr que se divirtieran en el proceso.

Una experiencia que la motivó a entrar en el mundo de la educación fue ver a su hija de 6 años en una relación conflictiva con el colegio. Consistentemente omitía anotar las tareas y hacer los trabajos que se le solicitaba en el salón. Eso le hizo notar que ella no estaba satisfecha con el ambiente que se daba en su colegio y, como entiende que su rol como madre está encaminado a promover la felicidad de sus hijas, empezó a escuchar con más atención a sus hijos para entender cuáles eran sus inconformidades con lo que estaban viviendo. Esto capturó su interés y la llevó a seguir ahondando en estas preguntas trabajando con otros niños que presentaban las mismas dificultades.

Una las primeras cosas que notó es que un niño que se encuentra alterado, deprimido o demasiado inquieto, no tiene la disposición necesaria para analizar nueva información y aprender de ella. Por esta razón, definió que el bienestar emocional debía ser una prioridad. Para enseñarle a los niños a gestionar sus emociones, el modelo Asiri promueve el uso de la meditación, del yoga y de diversos rituales que lleven a los niños a un estado de calma interior que les permita tener una mentalidad tranquila y dispuesta a aprender. En los salones del Colegio Villa Per Se, que aplica esta metodología desde que se fundó hace 5 años, tuvimos la oportunidad de ver este principio en acción. En las mañanas vimos a los niños sentados en círculo controlando su respiración y enfocando su energía para el día que apenas inicia, pero también pudimos ver cómo profesores y psicólogos se acercaban a niños que habían perdido esta disposición a lo largo del día.

“Un colegio holístico es el que se enfoca en cuerpo, mente y espíritu. No solo dedicado a impartir conocimientos sino para apoyar la parte emocional, que se conecten la naturaleza, se puedan conocer y aprendan a gestionar sus emociones (alegría, cólera, tristeza). Tradicionalmente la parte emocional se ha excluido de la pedagogía y se ha delegado a los sicólogos, sin embargo esta es una parte integral que incide de manera directa en el proceso de aprendizaje y por esta razón no se puede desligar de la labor docente. Las emociones están presentes todo el tiempo, por esta razón no se puede pretender que los estudiantes se olviden de sus emociones al entrar al salón”

Janice Roeder, Directora Colegio Villa Per Se

Luego de haber definido lo que para ella era un buen inicio de una jornada de aprendizaje, Ivette empezó a explorar la segunda parte de este desafío, lograr que los niños se interesen por los temas que van a aprender. Lo primero que hizo fue buscar una respuesta a esas preguntas que escuchaba con tanta insistencia. Por esta razón, optó por acercarse al proceso natural de la curiosidad de un niño y llevarlo a descubrir los temas que iban a abordar en lugar de imponerles los temas que indicaba uno u otro currículo. Por eso, antes de abordar cada lección, hacía ejercicios y planteaba preguntas que los llevaran a explorar y entender las evidencias de estos temas en su contexto cercano. A esta etapa, de reconocer y descubrir, la denominó ‘Sentir’.

Tras lograr que los niños se acercaran a los temas de una manera amigable para ellos, para Ivette era claro que el siguiente paso era no perder su atención. Después de entender la relevancia de un tema, ahora debía responder para qué podía servir lo que estaban estudiando. La mejor forma que se le ocurrió que lo podía hacer, era involucrándolos a ellos en la aplicación de esos conocimientos y, en el proceso, llevarlos por una ruta de autoconocimiento de sus habilidades e intereses. Recurre a 7 oficios internos (escultura, teatro, cocina, filosofía, música, danza, pintura) que son un mecanismo para lograr la introspección y expresión de emociones, y a 7 oficios externos (ingeniería, alfarería, agricultura, carpintería, uso de textiles, astronomía, albañilería) que permiten expresar y conectar con el mundo. A esta etapa le dio el nombre de ‘Hacer’.

Pero, para dar un cierre a este proceso de aprendizaje, era fundamental recapitular la importancia de lo que habían hecho, así como resaltar la relación de los temas que habían abordado con otras disciplinas y su aplicación en otros contextos. Esta última etapa del proceso la llamó ‘Pensar’. Con la aplicación de este método Ivette, su equipo, y los profesores que lo aplican, han percibido una mejor disposición de los niños frente al aprendizaje al incentivar su curiosidad y una mejor relación de los niños con sus pares al trabajar en equipo de manera constante.

“En ocasiones es desafiante socializar esta metodología con pedagogos que no comparten la visión del sentir – hacer – pensar. Puede que para muchos sea fundamental el pensar, pero ese es mi trabajo, generar reflexiones para abrir la consciencia a esta perspectiva. Es importante entender que el mundo ha cambiado y en 50 años el mundo ya no va a ser igual. Hoy, necesitamos desesperadamente que los niños de hoy estén más entrenados y mejor preparados que cualquiera que vivió en el planeta, y sentados aprendiendo fechas y datos no van a desarrollar las capacidades que requieren para hacer frente a los desafíos globales que vemos hoy. Necesitamos expandirnos del mundo del pensar, e incluir una conexión por medio del sentir con el mundo y una capacidad de acción para hacer frente al porvenir. Niños que son formados para la supervivencia”

Ivette Carrión

Para medir el aprendizaje de los niños no recurren a escalas numéricas, optan por evaluar a los niños según la etapa del proceso del aprendizaje en la cual se encuentran y la categorizan en Inicio – Proceso – Logrado – Más allá de lo esperado, y lo representan por medio de figuras geométricas Cuadrado – Triángulo – Círculo – Hexágono. Adicionalmente, complementan estos informes con una carta que describe la experiencia del niño en el colegio desde una perspectiva mucho más individual, compartiendo con los padres cuál es la actitud del niño frente a sus compañeros, aquello que le agrada y los episodios que le han generado disgusto o molestia, por ejemplo. Una descripción de su experiencia en el trimestre abordando su parte emocional, social, sus preferencias y aquello donde se debe reforzar y potencialmente sus padres puedan apoyar en su formación.

“El enfoque es de una cultura educativa inclusiva que se remonta al materialismo del siglo XV que parte de la premisa de que somos materia antes que otra cosa, acá no importa si el niño puede o no caminar lo importante es que es un niño que quiere aprender. Estudiar en conjunto con niños que tienen alguna discapacidad los vuelve más sensibles y presentes a las necesidades del otro. El principal beneficio para los niños sin discapacidad de interactuar con aquellos que la tienen es darse cuenta de la diversidad de condiciones que se presentan en el mundo para motivarlos a pensar qué pueden hacer para transformarlo”

Ana María Mendoza, Terapeuta Holística.

Un cambio en la regulación peruana llevó al cierre de los colegios de educación especial por considerarlos una expresión de discriminación, por esta razón inicia la educación con principios de inclusión pero aún son pocos los colegios que se encuentran con la capacidad de trabajar con esta población.En el Colegio Villa Per Se pudimos ver que, además, esta metodología va de la mano con la inclusión de niños con diferentes condiciones de discapacidad a los salones de clase. Esto, gracias a que ve el aprendizaje como un proceso que se da de manera diferente en cada individuo, y a que se resalta la capacidad que tenemos todos de aportar de distintos modos al colectivo del que hacemos parte. Al final, fuimos nosotros los que aprendimos una lección de ellos al ver el potencial de crecer en un entorno sin etiquetas, relacionándonos como iguales.

 

Escrito por: Sergio Martínez

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