En uno de los valles que rodea a la ciudad de Quito conocimos un modelo educativo para la primera infancia que nos hizo replantear nuestro entendimiento de lo que es crecer y aprender. El Emmi nos abrió sus puertas y con ellas un mundo de posibilidades alrededor de la educación y sus paradigmas. (8 min)
Él mira a su alrededor y luego ve fijamente a la cámara. Ella camina acompañada hacia una hamaca. Él sonríe de forma pícara. Ella levanta un dibujo con pintura ante la cámara. Después del paso de carros de madera, aparece la primera voz: “oye, estoy grabando”. Él tenía en sus manos nuestra cámara Go Pro Fusion 360° para grabar su escuela, a sus amigos, amigas y a sí mismo. Ese material audiovisual fue la principal fuente del video que hicimos sobre el Emmi; en una secuencia de escenas de esa cápsula se ve la intrépida corrida de un niño mientras su mundo cambia de forma, como una invitación a explorar la auténtica experiencia educativa que se vive en el Emmi.
A unos 15 kilómetros de Quito, en el valle de Tumbaco, hace aproximadamente 6 años Cristina, Ana Cristina, Maricarmen y la “Nena” (como le dicen sus amigas), se unieron en complicidad para crear el Emmi, un proyecto de educación alternativa que tiene el propósito de brindar a niños y niñas de la primera infancia, un espacio seguro y respetuoso, para lograr que ellos y ellas tengan un desarrollo autónomo e integral por medio del movimiento y el juego libre. En este lugar el exterior es protagonista central de la experiencia educativa. Se han creado ambientes cuidadosamente pensados para que los niños puedan acceder a elementos y objetos como herramientas de carpintería, utensilios de cocina, agua, arena, bicicletas, libros, colores, entre muchos otros, que están dispuestos para que los niños, autónomamente, sientan, toquen, creen y experiencien su propio sentido de vivir la vida en la etapa de la niñez, como un continuo descubrimiento para aprender de acuerdo a la experiencia que vaya teniendo cada cual.
Previo a crear el Emmi, las cuatro amigas coincidían en exploraciones teóricas y prácticas sobre la educación en primera infancia, en las que sobresalían preguntas fundamentales sobre la práctica educativa, críticas a modelos conservadores y tradicionales de educación, cuestionamientos a los currículos aceptados de forma generalizada y convicciones profundas sobre qué buscaban con la educación, y encontraron algunas respuestas en la pedagogía desarrollada por Emmi Pikler. Ella fue una pediatra austrohúngara que vivió una parte de su vida entre corredores y habitaciones de un orfanato. Los pilares de su propuesta educativa incluye una forma especial de asumir los cuidados diarios de los niños y niñas, que va de la mano con el afecto respetuoso y la seguridad para que el niño siga sintiendo que es capaz de hacer las actividades por sí mismo. Esto implicaba ejercicios de mucha dedicación y dignos de confianza mutua entre niños y adultos.
Una de las cosas que valoran las cuatro es que Pikler hizo un trabajo muy diferente y transgresor para la época en la que vivió. Tenía una relación distinta con los niños y niñas y en sus espacios de intervención, permitía que se expresara la autonomía de los niños, mientras que los adultos solo acompañaban observando las capacidades de desarrollo de cada cual. El trabajo de Pikler se centró en la necesidad de apego y la necesidad de autonomía de los niños, y parte de sus descubrimientos estaban asociados a que el niño es capaz de aprender a aprender por sí mismo y la persona mayor oficia como un acompañante en el proceso de toma de conciencia por parte del niño. Un punto central es que el adulto le brinde seguridad emocional al niño para que él o ella pueda centrarse en el movimiento de su cuerpo y en descubrir objetos del entorno, jugar y moverse de forma libre según sus deseos, intensiones e iniciativa. Por esta razón, contar con ambientes preparados y seguros, en el que brillen estructuras adecuadas para los niños y niñas, son centrales para que se despierte el deseo de exploración, la creatividad de los niños, y que ellos y ellas encuentren diversas formas de expresar su autonomía a la hora de decidir qué hacer.
Para Pikler, el bebé es un ser capaz de desarrollarse de manera autónoma. Esta visión del niño alcanzó validez científica gracias a la observación, a la reflexión y al registro de datos que realizó durante años en el hogar infantil donde trabajó en Budapest, y después en el instituto Lóczy que dirigió desde 1946 hasta el 1979.
El modelo pedagógico Pikler ha venido tomando fuerza en Quito y sus alrededores. Por su parte, en Perú, algunos programas de la Dirección de Educación inicial de este país, utilizan los principios y las ideas fundantes de la propuesta educativa de Emmi Pikler en espacios educativos públicos para niños y niñas de 0 a 3 años. Respecto a este caso, en una conversación con María Cristina y Maricarmen, ellas nos dijeron que en Perú tenían recursos, estructuras, espacios para aplicar bien el modelo pero las y los docentes aún no se apropiaban bien de la esencia de la propuesta educativa de Emmi Pikler. Como el equipo del Emmi se ha formado con rigor en el modelo Pikler, a ellas las han invitado a Perú para fortalecer las capacidades de implementación del modelo por parte de algunos docentes en ese país.
Si bien el Emmi es una iniciativa destacable dentro de la educación alternativa para ganar un lugar de reconocimiento en el gremio de la educación ecuatoriana, debemos ser justos y recordar algunos antecedentes de educación alternativa en Ecuador. «El Pesta» o la Fundación Pestalozzi del valle de Tumbaco fue una escuela activa y no instructiva iniciada por los alemanes Rebeca y Mauricio Wild desde 1977, la cual fue reconocida como escuela oficial en los años 90. Este proyecto educativo se reconvirtió en una comunidad intencional llamada León Dormido y descentralizó el concepto de escuela a través de los CEPAS, que eran centros de aprendizaje autónomo gestionados por las propias comunidades y sus familias.
Rebeca y Mauricio Wild llevaron a la práctica los contenidos de una educación por medio de la actividad autónoma del niño, lo que les llevó a profundizar en una práctica que respete la vida y sus procesos con base en la no directividad.
En el libro de Rebeca Wild, El educar para ser, ella abarca todos los aspectos del vivir y rompe los esquemas escolásticos. Expone que es esencial crear ambientes preparados, cuya característica principal es que la niñez esté libre de peligros activos, sin presión, sin competitividad, evitando relaciones de poder y sumisión. Wild afirma que “los cambios en el mundo que nos vienen encima serán tantos y tan radicales que los conocimientos de hoy serán obsoletos mañana, y solo los que han “aprendido a aprender” podrán salir adelante con éxito.”
Una iniciativa del Pesta que conocimos en la voz de varias personas ecuatorianas nos impactó mucho por la afinidad con Bicionarios. Como parte de una estrategia educativa, docentes y estudiantes del Pesta hicieron un viaje en bicicleta desde Quito hasta Manaos a lo largo de 5.800 km. En 1998 cruzaron una parte del norte de Ecuador, Colombia, Venezuela hasta llegar a Manaos en Brasil. Fueron cuatro meses de convivencia entre un grupo de 45 jóvenes y adultos. De esa experiencia hay un maravilloso libro que detalla el recorrido e incluye anécdotas del viaje, fotografías y los profundos aprendizajes de todas las personas que participaron. La forma en que se conectan el Pesta y el Emmi, es que varios padres o madres de los niños y niñas que hoy están en el Emmi, fueron estudiantes del Pesta.
Fotografías del libro “A Manaos” (1998)
Volviendo al Emmi, de nuestra experiencia allá recordamos la relación sinigual que percibimos entre niños y adultos. Nosotros agudizamos nuestra capacidad para solo observar las dinámicas y situaciones que vivían los niños durante su estadía en el Emmi. Debíamos captar el sentido del acompañamiento a los niños respetando su autonomía y libertad; también, reconocer cuándo interactuar con los niños y niñas y cuándo no.
Al cierre del video que hicimos sobre el Emmi, en una ráfaga de momentos que vivimos allá, aparece la presentación de Bicionarios a los niños y niñas. Reunimos a varios de ellos (los que quisieron estar) para mostrarles cómo había sido Bicionarios hasta ese momento, compartirles algunos lugares que habíamos visitado y personas que conocimos en el camino. Proyectamos algunos videos, revisamos lugares de la geografía de Colombia y Ecuador. Detallamos cómo fueron nuestros días acampando, las extenuantes jornadas de pedaleo y los recorridos más exigentes. Y les contamos de los regalos de las personas que nos encontramos en las carreteras, los aprendizajes de trabajar la tierra y los vínculos con personas muy diferentes a nosotros con los que habíamos compartido. El encuentro fluyó muy bien pero debemos confesar que, aunque hasta ese punto ya habíamos realizado más de 20 presentaciones sobre Bicionarios con diversos públicos, exponer ante los niños siempre fue un reto para nosotros.
Seguimos motivados por conocer más iniciativas de educación alternativa en Suramérica y estamos cada vez más convencidos que hay una amplia diversidad de opciones para educarnos en todos los momentos de la vida y alejarnos de las hegemonías educativas.