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Esta entrada retrata una poderosa demostración de liderazgo y esfuerzo comunitario que nace en la provincia de Imbabura. El norte de Ecuador nos maravilló con paisajes sublimes donde la identidad ancestral y la acción colectiva son motores de cambio. (9 min)

Pedaleamos por primera vez fuera de Colombia en Ecuador. El primer proyecto que visitamos en este país fue en el norte, en la ciudad de Ibarra. Después de haber pasado algunas noches acampando en espacios de la policía y bomberos, llegamos a encontrarnos con Rosa Murillo. Desde el primer momento, ella nos expresó su cariño y solidaridad, y en las primeras conversaciones dejó entrever su convicción del poder de trasformación de los alimentos, la agroecología y los mercados sanos. Durante nuestra estancia en Ibarra nos quedamos en su casa conviviendo con su familia; comidas placenteras y largas conversaciones nocturnas que alimentaron nuestra comprensión del país que empezábamos a descubrir.

Al siguiente día de nuestra llegada conocimos a Luzmila Vásquez. Ella es indígena de nacionalidad Kichwa. Tuvimos diálogos y debates interesantes con ella sobre la importancia de las pequeñas iniciativas agroecológicas, del vínculo directo con los consumidores de la ciudad,  la falta de apoyo del Estado y las constantes amenazas del desarrollo minero y petrolero en la región.

Tanto Rosa como Luzmila participan del Movimiento de Economía Social y Solidaria de Ecuador (MESSE) y del Kurikancha.  El MESSE es una iniciativa colectiva, en la que se han venido desarrollando procesos autónomos por parte de organizaciones sociales que han sido gestados con recursos propios, en ausencia del Estado. Sus estrategias articulan, comparten y fortalecen las iniciativas de actores con prácticas y experiencias de la economía solidaria; este movimiento es respetuoso con la naturaleza y el ser humano, y promueve, valora y construye diálogos, conocimientos y saberes mediante un aprendizaje comunitario, celebrando la vida para alcanzar el Sumak Kawsay o el Buen Vivir. También es un movimiento abierto e independiente que no tiene compromisos con grupos económicos, políticos, religiosos ni de cualquier otro orden, y ha consolidado un espacio plural que reconoce y valora las diferentes interpretaciones, relatos y aplicaciones de la economía solidaria en el país.

Actualmente, los miembros del MESSE participan de las discusiones políticas regionales y nacionales, y aportan una perspectiva desde su cosmovisión, para entrar a debatir los programas gubernamentales e internacionales, que afectan la producción agrícola sostenible.

Nosotros conocimos el MESSE gracias a una gestión que hicimos con la Inter American Foundation (IAF) para facilitar la mediación con algunos proyectos que visitamos en el viaje. Según nos contó Susana Ricaurte, la persona vinculada a la IAF con la que nos reunimos en Ecuador, esta institución apoyó el propósito de consolidar información de valor para el MESSE e incorporar en sus operaciones buenas prácticas para que los miembros del movimiento administraran las granjas y sus terrenos rurales con mayor eficiencia. El MESSE se ha venido consolidando como una iniciativa innovadora a lo largo de todo Ecuador que vincula a los productores directamente con los consumidores, para mejorar la calidad de vida de los agricultores y la seguridad alimentaria de los consumidores. Según la información de la página de la IAF, en el MESSE también se trabaja con las comunidades para promover la producción agrícola sostenible, los sistemas de certificación participativos, los mercados de comercio justo, el turismo comunitario y la inclusión de las mujeres y los jóvenes.

Los participantes son el alma del MESSE por lo que resaltamos que en el movimiento fluye la diversidad pues participan allí organizaciones de agricultoras y agricultores ecológicos, orgánicos o en proceso de transición; consumidores y consumidoras responsables, organizaciones artesanales, de salud, de educación popular, aprendizaje alternativo, pesca artesanal, turismo comunitario, finanzas solidarias y vivienda sostenible; además de ciudadanos y ciudadanas comprometidas en reconstruir una economía propia y solidaria.

El Kurikancha, plaza de la vida o plaza de oro

 

En el 2015 veinticinco familias, a través de la unión de mujeres de nacionalidad kichwa con mujeres campesinas y mestizas, se organizaron para adquirir un terreno con el fin de crear un espacio autónomo en el que se promoviera la producción agroecológica, los saberes ancestrales, el cuidado de las semillas y animales nativos. También el consumo sano y soberano a través de la venta directa a los consumidores con base en la economía justa y solidaria, la gastronomía andina, la salud ancestral, el arte y el diálogo de saberes e interaprendizajes valorando la cultura e identidad de cada uno de los pueblos participantes. Esa iniciativa se concretó el 21 de marzo de 2018 con la creación de la Plaza de la vida o Kurikancha y hoy día es una organización comunitaria que ha demostrado el compromiso y respeto por los propósitos fundantes.

El espacio se ha venido consolidando como un escenario único en Ibarra para fortalecer las relaciones entre productos y consumidores, trascendiendo el intercambio monetario o las ventas en sí mismas, pues se busca que los consumidores conecten con este espacio de forma sincera, genuina y responsable. En ese sentido, se promueve que los consumidores conozcan las chakras o chagras de los productores, que sepan de primera mano de dónde vienen los alimentos que consumen y sientan la tranquilidad de saber que sí hay un compromiso agroecológico por parte de los productores. Además que conozcan parte de las tradiciones y culturas de las mujeres y sus familias, pues son de diversos pueblos: Natabuela, Pasto, Cañari, Karanki y Otavalo. Además participan comunidades rurales de la provincia de Imbabura como: Otavalo, Cambugán, Machángara, San Juan, San Vicente, Pimampiro, entre muchos otros.

“En muchos de los casos las autoridades nos decían que los campesinos dañan el ornato de la ciudad y por lo tanto no nos permitían el hecho de hacer el uso de espacios públicos”, explica Luzmila Vásquez respecto a sus experiencias en mercados previo a la creación del Kurikancha. Este espacio cuenta con un centro ceremonial para agradecer a la Pachamama y celebrar los 4 Raymis o fiestas de calendario agrofestivo andino; una sala de interaprendizaje, que además de ser centro de reunión, se proyecta como una biblioteca y una biotienda; también existe un centro de gastronomía con dos cocinas y un horno de leña construidas con barro y ladrillo; y varios módulos para la feria de productos agroecológicos.

Algunas organizaciones y comunidades que participan en el Kurikancha son miembros del MESSE, y además son parte central de la representación de la región de Imbabura, para articular, compartir y fortalecer iniciativas con otras regiones de Ecuador. Si bien, el Kurikancha ha mantenido distancia con el Estado porque no han recibido apoyo por parte él, no se debe olvidar que la Constitución de Ecuador (2008) es un referente para América Latina. En ella se define que la naturaleza tiene derechos, así como los tienen los humanos. Y ese punto central, para el Messe y el Kurikancha se armoniza bien con el artículo 13 de la Constitución el cual señala que las personas y colectividades tienen derecho al acceso seguro y permanente a alimentos sanos, suficientes y nutritivos; preferentemente producidos a nivel local y en correspondencia con sus diversas identidades y tradiciones culturales. Por esto, el Estado ecuatoriano debería apoyar con mayor despliegue y con negociaciones justas, a este tipo de iniciativas, para que se fortalezcan y su futuro siga siendo prometedor.

En una de las conversaciones nocturnas que tuvimos con Rosa, ella nos compartió que estaba entusiasmada con la posibilidad de consolidar al Kurikancha como una fiel demostración del poder que tiene el trabajo colectivo y la minga. Nos dijo: “cada familia aporta con una mensualidad y se hacen varias mingas de construcción cada jueves y sábado casi de manera permanente; además aportamos entre todos al mantenimiento y renovación del lugar”.

En una entrevista que le hacen a Rosa en el marco de la campaña #ManosQueNosAlimentan de la organización Foodfirst Information and Action Network (FIAN), ella afirma que “las ferias no son simplemente espacios para comprar y vender, sino más bien cómo vas construyendo relaciones humanas, relaciones solidarias, relaciones de reciprocidad entre campo ciudad, eso es lo más importante, por eso nosotras siempre fomentamos las prácticas de reciprocidad”. Este tipo de ferias revalorizan la importancia de la agricultura familiar de pequeña y mediana escala que conservan y recuperan en dos vías: en primer lugar, las relaciones sociales de producción e intercambio entre el campo y la ciudad, con un amplio sentido de justicia; y en segundo lugar la agrobiodiversidad y la soberanía alimentaria.

En una jornada de cosecha en la Chakra de Rosa ella hizo algunos cuestionamientos al aire: “¿A dónde va la plata cuando compramos alimentos en ciertos lugares? ¿A quién beneficia? ¿Cómo son los rostros de quienes producen? ¿Qué tipo de alimentos compartimos con nuestra familia?” Y estas preguntas aún las tenemos nosotros de forma latente en nuestra cotidianidad y deseamos que estas reflexiones se extiendan, principalmente en las ciudades, para que eso nos invite a defender la soberanía de la tierra, la naturaleza y los alimentos limpios y ancestrales.

En Pimampiro, la experiencia de trueque con alimentos de la chakra de Rosa.

 

Durante nuestra estancia en Ibarra nos enteramos de la existencia del trueque de Pimampiro y decidimos participar con el apoyo de Rosa. Fuimos a cosechar zuccini, papa, cebolla y camote, y luego viajamos a Pimampiro. En una de las plazas de la ciudad estaban reunidas familias de Imbabura, Pichincha, Carchi, Esmeraldas y Sucumbíos, entre otros lugares cercanos. Llegaban camiones y buses llenos de personas y alimentos.

La dinámica del trueque era de intensa comunicación y rápidas negociaciones, procurando equilibrios justos en el intercambio de productos. El trueque es una actividad ancestral en donde no interviene la moneda para adquirir alimentos, artesanías o productos para trabajar la tierra, y su importancia es de tal magnitud que  el 27 de diciembre de 2017, el Trueque del Sol de Pimampiro fue incorporado como Patrimonio Cultural Inmaterial del Ecuador.

Si bien todas las personas pueden participar en el truque, pues es un escenario intercultural abierto donde se reúnen mestizos, afros, campesinos, indígenas y alguno que otro blanco citadino, para nosotros, en representación de los citadinos, fue difícil lograr buenas negociaciones, pero nuestro producto de intercambio era tan apetecido que logramos conseguir algunas frutas y harinas para el desayuno del siguiente día.

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